Año 1976. Los miembros de Pink Floyd se encuentran en su mejor estado de forma, tanto a nivel creativo como comercial. Tras aquellos primeros años jugueteando con la psicodelia de finales de los sesenta y adentrándose poco a poco en el sinfonismo de principios de los setenta, tienen un estatus en el mundo del rock sin precedentes desde que Elvis movía las caderas en la década de los cincuenta o The Beatles se convertían en todo un fenómeno de masas en los sesenta. Su álbum de 1973, The Dark Side of the Moon, consiguió dar el pelotazo necesario para auparlos a la categoría de estrellas del rock y crear una revolución como en pocas bandas se ha visto en la historia del género. El siguiente disco, Wish You Were Here, no hizo sino confirmar todavía más todo aquello. La clave del éxito era bien sencilla: singles muy accesibles para las radios, como Time, Money o Wish You Were Here, mezclados con otros temas que continuaban en la línea de experimentación e innovación que llevaba el grupo creando desde los años anteriores, aunque también es cierto que en una línea más accesible que en sus primeros años. Llegados a este punto, todo parecía ir sobre ruedas y se avecinaba un futuro más que interesante para la formación. Pero la vida no es un camino de rosas y todo este gran éxito serviría para cimentar malas relaciones entre Roger Waters y el resto de la banda, en una disputa por querer controlar totalmente el trabajo creativo del grupo.
La formación se dispone a entrar a grabar el que será su décimo disco de estudio: Animals. Las sesiones tienen lugar entre abril y noviembre de 1976, y ya desde un principio las cosas no parecen ir del todo bien. Como bien decía antes, es Roger Waters el que siente la necesidad de tomar el mando de la nave y de hacer Pink Floyd su proyecto particular. La banda venía trabajando en conjunto desde los comienzos, pero Waters sentía la necesidad de utilizar al grupo para proyectos más personales a la hora de realizar las letras y la música. Solamente Gilmour participará en el tema Dogs, un tema que según en palabras del propio guitarrista es prácticamente suyo aunque aparezcan tanto él como Waters en los créditos. Durante aquellos meses se venía produciendo el movimiento punk en la escena británica, un movimiento de rebeldía en contra de las clases sociales altas, la monarquía, el desempleo reinante y las enormes deudas del país. Todo esto influyó en la manera de pensar de Waters, así que buscó un concepto para el nuevo disco que aglutinase toda esa rabia contenida. Finalmente se decantó por la novela Rebelión en la Granja, del escritor británico George Orwell. Una novela en la que las clases sociales son tratadas están representadas a través de distintos animales: los perros, aquellos verdugos utilizados por los más poderosos para perjudicar a los más débiles; los cerdos, que son los mandatarios y altos cargos tanto a nivel social como industrial; y la ovejas, que son los ciudadanos conformistas y obedientes, pero que en la novela tendrán un sentimiento de rebeldía para hacer frente a los que se están aprovechando de ellos. Desde luego el sonido que se desprende a lo largo de casi todo el disco desprende mucho odio y un clima bastante oscuro, algo que más tarde terminaría explotando en la banda a todos los niveles.